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sábado, 10 de junio de 2017

La indignación de Doña Lola, es colectiva

Por Ana Pereyra
Mi amiga Lola está que “hierve” de coraje, indignación,vergüenza, desprecios, y no entiende las desigualdades de la gente, las divisiones sociales, ni por qué unos tienen tanto y otros tienen tan poco.
Dice que en su mente no concibe tantos privilegios para unos y cuanta iniquidad para otros; no entiende y se remonta a unos años cuando metieron preso a su nieto porque se robó una gallina para darle de comer a sus cuatros hijos, a los que cuida, después que su mujer arriesgara la vida en un viaje en yola a Puerto Rico y nunca supo si llegó o se la comieron los tiburones.

Recuerda que ese día se lo llevaron sin camisa, y aunque trató de llevársela a la cárcel de La Victoria, no se lo permitieron, como tampoco una vieja “frisa” y unos medicamentos porque se “apretaba” del pecho.
Lo cierto es que, Doña Lola está más caliente que un "tizón", no la enfría ni Checheré; porque los flamantes políticos y adinerados implicados en uno de los escándalos de corrupción más grandes de la República Dominicana, donde están involucrados casi medio mundo, luego de ser sentenciados les acomodaron las cárceles de tal manera, que sus familiares tuvieron que impeccionarlas primero y comprarles hasta el aire que respirarán allí.
Muebles, abanicos, sillas, televisores, computadoras, escritorios, aires acondicionados, sofás reclinables, reloj de pared, Internet, fotos y recuerdos familiares, plantas ornamentales para el ambiente y la oxigenación, entre otros enseres, como si se tratara de un premio y no una condena por haber engañado al país

Lola me dijo que se siente burlada, vejada, despotricada, humillada, golpeada en lo más profundo de su corazón cuando recuerda el frío, hambre y hacinamiento de su nieto que aún “comparte” celdas en esa cárcel con más de 8,500 presos, a pesar de ser construída para unos 800 reclusos, los que apenas pueden abrazar la pared.
Sin embargo, las celdas para esos nuevos inquilinos millonarios que aún no han llegado, tienen todos los privilegios del mundo. Es un lugar fresco, recién pintado y decorado a su gusto, buena comida, con café recién colado, un tabaco, los fines de semanas un "traguito" para entonar y visitas de sus enllaves, y así olvidar su reclusorio al pensar que se trata de un resort cinco estrellas.

Dice Lola que fue una bofeta entre ceja y ceja, cada vez que recuerda el trato que le dan a su nieto, aunque reconoce que debe pagar por su delito, pero le indigna los privilegios de los nuevos inquilinos de la cárcel, que al llegar al lugar, los hace “iguales”.

Ella entiende que son personas que han vivido entre lujos y tienen "una pila de cuartos”, que duermen envueltos en sábanas de seda y comen bueno, beben champan y finos vinos franceses, pero mientras dure su estadía entre La Victoria y Najayo, por más lujos y comodidades que tengan, están en un lugar donde la vanidad y el orgullo se va pal carajo. Pienso que, como Doña Lola, todo un país se siente igual: burlado, humillado, relajado, abochornado y con "un pique" que aprieta las tripas.

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