Para Santa y los Tres Reyes Magos

Por Ana Pereyra

Cuando era niña,  en República Dominicana, para esta época navideña solía escribir una carta a los Reyes Magos, pidiéndoles  con mucha ilusión los juguetes que deseaba

Viviendo en los Estados Unidos, seguí escribiendo mi carta. Ahora al Niño Jesús, por cuestión cultural. Pero con la  misma finalidad decirle tanto a Santa con a Melchor, Gaspar  y Baltazar, que durante todo el año, me porté bien, hice mis tareas, obedecí a los mayores y merezco ese regalo que tanto deseaba.

Transcurrido el tiempo los deseos cambian, dejamos de ser más románticos y vemos más a nuestro alrededor y como en esta época ya ni hierbas se le pone a los Reyes Magos, así los deseos se transforman.

Vemos como los políticos usan estas fechas para enterrar la dignidad humana, humillar y pisotear a los que nada tienen, por un pedazo de pan.

La  práctica no es  nueva, todos los políticos nos han vendido su cruzada de amor y buena voluntad para saquearnos el pudor y después cambiarnos migajas por votos.

Desearía  que los políticos en vez  regalarnos canastas navideñas, nos dieran una sonrisa de esperanza, donde el mañana sea diferente.

Que no usen la miseria  y la ignorancia del pueblo para su beneficio personal y político.

Que  dejen atrás  la demagogia, no le “regalen” al pueblo  salud, vivienda ni educación, eso no es un regalo, es un derecho.

Que si van a usar las arcas del Estado para llenarse los  bolsillos, que “saquen” un por ciento, no importa que sea mínimo para contribuir con el pueblo, que agoniza día a día por la falta de una política de educación, salud y vivienda. Derechos que tiene cada persona.

Que no importa que se perpetúen, pero que le den al pueblo lo que se merece, y que cuando estén partiendo el pastel, “arrojen” un poco para que nuestros envejecientes tengan mejor vida, que los jóvenes tengan mejor futuro y la calidad de vida sea diferente.

No sé hasta qué punto, en esta época Santa, los Tres Reyes Magos y los políticos, no importa en qué banca estén sentados, sean capaces de por lo menos un momento hacer que los pueblos sonrían con la barriga “jarta” y el corazón contento sin darles migajas, y sí lo que a todo ciudadano le corresponde por derecho.