Si se considera en función de nuestra existencia como seres físicos, cuya esperanza de vida al nacer, según las Naciones Unidas, es de 72,6 años, llegamos a la conclusión de que es mucho más corta que un pestañeo, en comparación con la edad del universo y nuestro propio planeta.
Cuando contemplamos nuestras vidas en términos de experiencias vividas, se puede asumir que es corta, porque independientemente de la esperanza de vida al nacer, siempre estamos pendiendo de un hilo, expuestos a cualquier fallo en algún órgano vital, ya sea por accidente, enfermedad o por determinación propia.
La vida es corta y hay que aprovechar cada latido. Vivir es un privilegio y se requiere de espacio y tiempo de calidad para que sea relevante; cada quien es responsable de trillar su propio camino, sin dejar de asumir con determinación el noble y sagrado compromiso de allanarle la vía a los que vienen detrás, pues, otros ya lo hicieron por nosotros.
Algunos dicen que los muertos no sienten, o que da igual morir siendo ilustre que degenerado; que si le dejas dinero a los hijos y parientes, producto de la desvergüenza, al morir, todo el billete queda limpio, y lo malo que se diga del difunto, poco importa si heredaron la fortuna. Aunque no soy el más indicado a cuestionar quién tiene o no la razón, ni delimitar la forma como cada persona debe vivir, pero el sentido común, aunque no siempre es buen consejero, esta vez le hice caso:
Lo cierto es, que la vida pasa y en cualquier momento te sorprenden sin equipajes, ni autos de lujos, sin acuerdos con testaferros, ni cuentas bancarias; hay que dejarlo todo y marcharse para siempre. Aunque lo reconozcas o no, tienes fecha de vencimiento, y en ocasiones, lo único que dejas es un paquete de problemas, donde el dinero es insuficiente para pagar los platos rotos y las heridas que dejaste.
Cuando ya no estés, cuando ya no sientas ni frío ni calor, ni dolor ni placer; cuando la ausencia sea lo único que quede de ti; entonces habrá llegado el momento de que se exponga al público la obra que escribiste durante el trayecto de tu vida; ese será el momento en que cada quien explicará sus puntos de vistas sobre ti, y al final de la jornada, independientemente de que siempre habrá criterios di símiles, el argumento se mostrará y va a primar lo grande o lo pequeño que fuiste.
Los que siempre te quisieron, los que fueron fieles a tí hasta tu último minuto, al leer el argumento de tu vida, podrán derramar lágrimas de orgullo o lágrimas por vergüenza. Tú jamás sabrás cuánto vale o cuánto pesa llorarte por una razón o por otra, lo que creo cierto es que, independientemente de todo, el buen vivir siempre genera beneficios, incluso, cuando no estés, pues somos seres sentimentales, cuyas vinculaciones afectivas se mantienen más allá del minuto cero.
Escribe tu vida lo mejor que puedas y harás que tu argumento sea motivo de orgullo y satisfacción de los que quedan.
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