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sábado, 7 de marzo de 2020

EL PODER DE LA GRATITUD

Por Franklin Díaz
Cada ser humano nace libre de creer o no en Dios o en lo sobrenatural. Se puede asumir la creación o la evolución biológica como el origen de todo, pero todas las creencias comparten la idea de que somos la especie conocida más extraordinaria que jamás ha existido, con capacidades excepcionales, que demuestran el Poder y la grandeza de un Ser Supremo o la perfección del Proceso Evolutivo. Eso en sí mismo, sin importar puntos de vistas, es un motivo más válido para aferrarnos a la gratitud como un principio elemental de la existencia humana.

Hay personas en nuestro entorno, que por una u otra razón, nos dispensan afectos y nos aportan determinados valores, o simplemente, perfectos desconocidos que en ciertos momentos se animan a tendernos sus manos; merecen todo nuestro reconocimiento y una grata expresión de sentimientos de gratitud.

La religión y la ciencia, que por lo regular no convinan en muchos de sus planteamientos, coinciden en reconocer la inequívoca valía de la gratitud, a la que hago referencia, a propósito de que, haberla asumido en mi diario vivir, ha sido una de mis decisiones más atinadas, misma que he transmitido a otros tantos, y con júbilo me confirman, que asumirla como un estilo de vida, ha sido una de sus más hermosas experiencias.

El principal ejemplo de gratitud lo encarnó Jesucristo, quien “inició y culminó su oración con palabras de agradecimiento y alabanza a su Padre y en la oración del Señor, enseñó a sus seguidores a hacer lo mismo”. (Mateo 6:9-13)

“Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él”. (Colosenses 3:14-17) La Palabra no nos convoca a que estemos agradecidos, sino que lo seamos, y serlo implica impregnarle amor, emoción y pasión.

El profundo poder de la gratitud se manifiesta en el texto bíblico de los Diez leprosos. (Lucas 17):

"Y aconteció que mientras iba camino a Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea, 12 y al entrar en cierta aldea, le salieron al encuentro diez hombres leprosos, que se pararon a distancia, 13 y alzaron la voz, diciendo: ¡Jesús, Maestro! ¡Ten misericordia de nosotros! 14 Cuando El los vio, les dijo: Id y mostraos a los sacerdotes. Y sucedió que mientras iban, quedaron limpios. 15 Entonces uno de ellos, al ver que había sido sanado, se volvió glorificando a Dios en alta voz. 16 Y cayó sobre su rostro a los pies de Jesús, dándole gracias; y éste era samaritano. 17 Respondiendo Jesús, dijo: ¿No fueron diez los que quedaron limpios? Y los otros nueve, ¿dónde están? 18 ¿No hubo ninguno que regresara a dar gloria a Dios, excepto este extranjero? 19 Y le dijo: Levántate y vete; tu fe te ha sanado".

Científicamente hablando, en el año 2011, Glenn Fox, investigador de la Universidad del Sur de California, llevó a cabo un estudio, con el objeto de observar qué ocurre exactamente en el cerebro cuando sentimos gratitud. Fox fundamentó su estudio en el análisis de videos y testimonios de sobrevivientes del Holocausto, y se dispuso a identificar testimonios, donde las personas estudiadas recrearan momentos específicos, donde recibieron algún tipo de ayuda de otras personas. Posteriormente se procedió a transformar estas historias en escenarios, que fueron compartidos y reescritos en segunda persona con los demás participantes en el estudio.

Se les pidió a los participantes imaginar que estuvieran realmente en esa situación, experimentando las mismas emociones. Utilizando resonancia magnética, Fox pudo medir las actividades en el cerebro de los participantes, demostrándose que “las regiones del cerebro asociadas con la gratitud son parte del sistema de neuronas que se activan cuando participamos en una experiencia que nos da placer”. Asimismo, esta investigación revela que “la gratitud depende de las áreas del cerebro asociadas con nuestra habilidad para conectarnos socialmente con otras personas y con el alivio del estrés, esto explica porqué la gratitud tiene beneficios en nuestra salud”.

Un estudio interesante fue realizado en la Universidad de Harvard, el cual plantea que cuando se escriben motivos o se dicen en voz alta, “el cerebro se impacta notablemente y mejora ciertas funciones en el organismo que tienen que ver con dormir, comer y beber, activando el metabolismo y reduciendo los niveles de estrés”. “Esto se vincula con que la gratitud cotidiana puede remodelar las vías neuronales y reconectar el cerebro para que piense de forma más positiva, aumentando así su capacidad para manejar situaciones desafiantes y difíciles, manejar la depresión y disminuir el dolor físico”.

Finalmente, referimos este último estudio, publicado por la revista Cerebral Cortex, que dice que al sentirnos agradecidos o realizar cualquier acción relacionada con la bondad, estimula el hipotálamo, que es la parte cerebral que regula distintas funciones corporales, incluyendo el estrés. Al expresar esos sentimientos de gratitud, el cerebro se inunda con una sustancia química llamada dopamina, que produce la sensación de felicidad, placer, bienestar, y vitalidad.

La ciencia y la fe cristiana nos demuestran que la gratitud es una fuente de felicidad y bienestar, incluso, si damos gracias por aquellas cosas que solemos etiquetar como negativas, pues siempre que veamos el lado positivo de cada situación, podremos beneficiarnos de esas bondades tan peculiares que recibimos cuando evocamos ese noble sentimiento llamado gratitud.

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