La libertad tiene connotaciones bastantes amplias, que implica, entre otras tantas, la condición en la que un ser humano es privado de determinadas facultades. La coartad de poder emitir juicios, ideas, opiniones y profesar creencias. Pero también la libertad se expresa en nuestras relaciones sociales y vinculaciones afectivas. También se puede hablar de libertad económica y financiera, etc., etc. etc.
¿A qué libertad aspiro? A vivir en armonía con Dios, agradeciéndole las 51 hojeadas del libro de mi vida, retribuir de alguna manera su espíritu maravilloso, manifiesto en cada una de sus pinceladas para conformar mi existencia. Aspiro a no enjuiciar a nadie (sin conocimiento de causa); a no entorpecer las ideas ni las opiniones de otros, aunque sean contrarias a las mías. Aspiro a ser un hijo prodigioso, capaz de ofrendar mi tiempo en pos de aquella mujer que ha sabido darme lo mejor de sí. Aspiro a la libertad de rendirle tributo a mi extinto padre, cuyos defectos jamás llegaron a competir con sus virtudes paternas. Aspiro a la libertad de ser un padre noble, con sentido crítico de formación, dejándole vivir su tiempo sin perder la conexión entre lo mejor de mi y lo mejor de su vida. Aspiro a la libertad de ser un esposo que respete su condición de mujer, que entienda como yo sus derechos, que no pueden ser coartados, y que podemos estructurar y gestionar nuestros espacios y vinculaciones afectivas.
Aspiro a la libertad de tener amigos (aunque no sean muchos), que tengan la condición de compartir sus vidas conmigo, asumiendo que somos imperfectos y cometemos errores, sin juzgarnos. De tener la libertad de descansar en los hombros para descansar o cuando el desgaste físico y emocional comiencen a surtir efectos.
Aspiro a la libertad de ser un ciudadano ejemplar, con los contrarios gratuitos que siempre van a existir, donde nadie sienta asco o vergüenza de compartir su nacionalidad conmigo.
Aspiro a la libertad de tener los recursos suficientes para vivir, pero que mis bienes jamás sobrepongan una barrera separable con los que menos tienen, y cuando haya que compartir, poder abrir mis brazos sin cuestionar.
Aspiro a la libertad de escribir lo que pienso y creer con absoluta independencia, y cuando el lector haga contacto con el punto final, asuma que he dejado un poco de mí y que algo nuevo ha descubierto. Que viva libertad, mi mayor aspiración.
*Franklin Díaz es coach y conferencista motivacional dominicano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario