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En artículos anteriores hemos expuesto algunos de los datos conocidos más relevantes sobre nuestro cerebro, en un esfuerzo por describir los últimos hallazgos de esa interminable y encomiable tarea que desde hace años viene desplegando la comunidad científica, para develar particularidades del vasto y complejo mundo que encierra nuestro órgano Rey. Pero, en un estudio reciente, la Universidad de Harvard y la empresa Google arrojó la idea más acabada de lo que tenemos en el interior de nuestras cabezas.Se trata del mapa cerebral más preciso de la historia, en el que se utilizaron más de 225 millones de imágenes, equivalente a 1,4 petabytes; un año de trabajo, que supuso miles de horas de supercomputación, y que implicó un mapeo de tan solo 1 milímetro cúbico de 1.260.000 milímetros, que es el volumen medio del cerebro humano, cuya información ocupa 700.000 millones de páginas, lo que equivaldría a un almacenamiento de unos cuatro años de video en alta resolución.
El mapa extraído es impresionante, a pesar de que apenas recoge una millonésima parte de los 100.000 mil millones de neuronas y entre 100 y 500 billones de uniones que se dan entre estas (sinapsis). Para la obtención de esta diminuta muestra cerebral, fue necesario teñirlo para la obtención de contrastes más definidos, luego fueron encapsulados en resina para que no se perdiera su forma original, hasta que finalmente fue cortado en 5.300 capas de un grosor de 30 nanómetros. Para equiparar el grueso de cada unidad cortada, bastaría con recordar que el pelo humano es de aproximadamente 70.000 nanómetros.
Para llevar a cabo este invaluable trabajo, fue necesario pasar cada una de las capas cortadas por un sofisticado microscopio electrónico, cuya resolución es de nanómetros, y es a partir de ahí que surgen los 225 millones de imágenes en dos dimensiones, que luego, valiéndose de una supercomputadora en una matriz tridimensional fue posible la obtención del modelo final. Para crear el mapa de conexiones, fue necesario la utilización de algoritmos de inteligencia artificial, cuyas funciones son, por un lado, evitar las inconsistencias y cualquier tipo de error en el proceso de escaneo, y por el otro lado, identificar el contenido de la tomografía.
Como se observa, todo esto supone un esfuerzo extraordinario, cuyas implicaciones son bastante positivas, puesto que el estudio, sin precedentes, abre las puertas para poder enfrentar con mayor éxito el mal de párkinson o el dolor crónico, pero además, es una muestra de que a partir de los altos niveles de desarrollo tecnológico, puede decirse que estamos en el umbral para descifrar grandes enigmas de la actividad cerebral, aunque esperamos que el mundo empresarial ligado a la ciencia, no ponga en riesgo uno de los bienes más preciados que todos tenemos: La neuroprivacidad.
*Franklin Díaz es coach y conferencista motivacional dominicano.
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