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Todos, en mayor o menor medida, hemos llorado, y pocas nos detenemos a en pensar en eso, en lo que son y en lo que representa en nuestras vidas. Existen tres tipos de lágrimas: las basales, reflejas y emocionales. La primera, es el tipo de lágrimas que tenemos todo el tiempo, cuya función es proteger al ojo de cualquier agresión, además de que ejerce la función de lubricante, lo nutre y protege la córnea. La segunda cumple una función protectora de sustancias irritantes, como las ocasionadas por las cebollas y el humo del tabaco. Y la tercera, tiene efecto cuando nos sentimos muy felices, tristes o cuando las emociones llegan a su más alto nivel. En conjunto, al año podemos producir entre 55 y 110 litros de lágrimas.
Las lágrimas emocionales son exclusivas de los seres humanos, aunque algunos estudios no conclusivos sugieren que también se pudieran producir en elefantes. Para que este tipo de lágrimas se produzcan, intervienen tres factores fundamentales: factor biológico, fisiológico y social.
Todas las lágrimas están compuestas por lípidos, enzimas, metabolitos y electrolitos; sin embargo, algunos estudios científicos sugieren que las lágrimas emocionales o psíquicas contienen dos ingredientes adicionales, que los otros dos tipos no poseen: proteínas y hormonas.
Aunque no existen suficientes evidencias científicas sobre el comportamiento de las lágrimas emocionales, se sabe que su producción obedece a una señal que envía el sistema límbico, que es la parte del cerebro que se asocia con el despertar de las emociones, la cual llega hasta la estación de mensajería del cerebro, que a su vez transmite una señal al sistema lagrimal.
En términos fisiológicos, lo que ocurre en la producción de las lágrimas, es que la corteza cerebral requiere de un nivel más alto de oxígeno y glucosa, cuya necesidad se eleva a un 32%, de ahí que, tendemos a acelerar la respiración y experimentamos cierta sensación de cansancio. El gasto de energía por esta acción debe ser repuesto a la mayor brevedad, por eso el cuerpo requiere reponer dicha energía consumida, y luego de llorar por emoción, sintamos hambre o sueño.
Independientemente de que las lágrimas emocionales siempre han estado relacionadas con la debilidad o la manipulación, lo cierto es que juegan un significativo rol en nuestras vidas, puesto que tienen una función de calmante natural, que nos repone cuando atravesamos por situaciones difíciles.
Si te siente triste, enojado o herido, el organismo requiere de alguna alternativa para resolver a ese desequilibrio emocional, de ahí que las lágrimas vienen a cumplir con esas necesidades, que de no hacerla pudiéramos sumergirnos en un mayor nivel de inestabilidad emocional, que puede incluso llevarnos a ofender o hacerles daño a otras personas, y además, cuando no suplimos esa necesidad de llorar, podemos alejar la posibilidad de tener pensamientos positivos.
Concluyo con una interesante acotación de la Dra. Judith Orloff, psiquiatra de la Facultad de Psiquiatría Clínica de la Universidad de California, quien, al referirse a las lágrimas emocionales dice: “Llorar y honrar tus propias necesidades y sensibilidades es una parte fundamental del autocuidado y de amarse a sí mismo, ser consciente de las necesidades y honrarlas para beneficiar la salud del cuerpo, de la mente y del espíritu”.
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