Por Franklin Díaz
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Todos los que hemos estado vinculados al ámbito laboral, sea en el sector público o privado, hemos sido testigos de personas que no han sabido asimilar sus roles y en su afán por mostrar superioridad y Don de mando, incurren en innumerables faltas y violaciones a los códigos establecidos. Se convierten en galgos elegantemente vestidos, adquiriendo olfato y una vista de primera, para identificar motivos, casi siempre pasajeros, plagados de injusticias y atropellos, con el sólo propósito de denostar a todo el que no haga causa común con ellos.
Consideran que son dueños de las ideas y los proyectos más brillantes, de ahí que, pretenden buscar las excusas habidas y por haber para hacerse acompañar de “prospectos calificados” y al mismo tiempo, crean las condiciones más perversas para salir de aquellos empleados, que a su juicio no representan los intereses legítimos de la organización y los consideran estorbos para la obtención de buenos resultados.
Sufren de miopía cuando se trata de reconocer el trabajo de los demás, pero se hacen expertos para identificar las que entienden son sus propias virtudes, porque a su juicio, no cometen errores. Todo lo malo que ocurre, la culpa es de los demás, en cambio, todos los logros que se obtienen son suyos y hay de aquel que osare en negárselos, pero al mismo tiempo siempre buscan una forma para que se los reconozcan.
Las injusticias de un superior en términos jerárquicos, sus pésimas relaciones laborales, su incapacidad para fomentar el potencial de los demás, sin claridad en los códigos comunicacionales que se supone deben existir en una organización, son elementos más que suficientes para desmotivar a un personal y, por consiguiente, limitar su creatividad. Está más que comprobado, que un empleado en esas condiciones, es un peligro terriblemente lacerante, que puede provocar la pérdida de gente valiosa y de entrega total, e incluso, pone en riesgo la vida útil de una empresa.
Por lo regular, cuando una persona tiene tal comportamiento, es producto de grandes debilidades en su perfil temperamental, carece de un mínimo de inteligencia emocional, ni tiene la más minúscula capacidad para asumir los altibajos que suelen ocurrir en una organización. De ahí que, todo el que viva una situación como las que hemos descrito, debe hacer esfuerzos por colocarse por encima de esas nimiedades, propias de los tiranos que se esconden detrás de un puesto de trabajo. No es tan fácil, pero es peor no hacer nada.
Se sabe que muchas veces es mejor tirarse del barco, pero cuando hay compromisos económicos personales y familiares, se piensa más de una vez antes de tomar la decisión. Cual sea el caso, es conveniente no perder el equilibrio emocional, no dejarse arrastrar de ese material tóxico que divergen los dictadores de las organizaciones.
Se aconseja ante todo, tomarse tiempo en analizar la situación desde una perspectiva crítica, si crees que te hundes, pide ayuda entre tus compañeros, no te concentres en el tono de los insultos, pon atención solo a las palabras, pero sí quiero ser enfático en esto: Si te pisotean y no encuentras eco en nadie, planifica tu salida, no te pelees con nadie, mantén tu actitud positiva, pide a Dios que te dé las fuerzas necesarias para afrontar los nuevos retos y verás que aunque te hayan forzado a salir, otras puertas se abrirán y entonces sabrás que mientras haya vida, siempre habrán nuevas y mejores oportunidades.
*Franklin Díaz es coach y conferencista motivacional dominicano.
sábado, 3 de julio de 2021
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LOS TIRANOS LABORALES
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