Por Franklin Diaz
cpuederd@gmail.com
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), cada año se producen más de 700,000 suicidios en el mundo, además de una cantidad indeterminada de intentos sin embargo, estos datos no reflejan la realidad, puesto que apenas 80 de los 194 países reconocidos por la ONU disponen de datos sobre el tema en cuestión, pero más allá de esos números, cada caso tiene una historia particular, que no se registra en ninguna ficha técnica, de modo que, casi nunca se conocen las causas que llevan a una persona a cometer este tipo de hechos, tampoco los efectos que se generan en las vidas de sus seres queridos.
El suicidio es un fenómeno multicausal, que si bien, numerosos estudios apuntan hacia los trastornos mentales, asociados a la depresión y al consumo de alcohol, como dos de las principales causas; no puede perderse de vista que muchos suicidios se originan de manera impulsiva por determinadas situaciones de crisis, que pueden ser de salud, económica, sentimental, etc., y ante la incapacidad del individuo para afrontarla, apela al auto aniquilamiento como último recurso.
Cual sea la causa que lleve a una persona a procesar un pensamiento suicida, estamos frente a una problemática compleja, y es así, porque muchas veces, quienes pasan por esta situación, suelen cerrarse en términos comunicativos, llegando algunos, incluso, a no reflejar ningún signo que pudiera llamar la atención de sus allegados, pero también se dan casos de personas que muestran alguna debilidad importante en términos emocionales que pudiera considerarse como una alarma, pero resulta que, son personas que suelen guardar distancia con los demás o simplemente, asumen que sus asuntos personales no tienen por qué ser compartidos, de ahí que, resulta difícil poder determinar cuándo una conducta tiene rasgos de peligrosidad.
Decir, no incurro en un acto suicida, puede verse como actitud ligera, pues ciertamente, hay que colocarse en el lugar del otro para conocer sus motivaciones, pero insisto en las enormes complejidades de la increíble mente humana, por eso, cualquier cosa puede ocurrir en un abrir y cerrar de ojos y frente a nuestras narices, pero hay una realidad que puede ser determinante: Debemos estar muy pendientes de nuestra gente, conocerles, estudiar sus comportamientos y tener valor y responsabilidad para abordarles cuando sea necesario, pues muchas veces tenemos ciertos vínculos afectivos con alguien, pero guardamos distancias, en ocasiones, por los afanes cotidianos o simplemente, sin razones aparentes, y es precisamente ahí, donde nos agarran desprevenidos y no advertimos la manipulación de su “arma” emocional, hasta que finalmente suena el disparo. Con el detonante se nos va una vida, pero al mismo tiempo, quedan sus deudos, con sus signos de vida intactos, pero arrastrando una pena, que, como cruz, cargan hasta su última morada.
Nadie es infalible al suicidio, pero creo en el enorme poder de las palabras, de las creencias, de los hábitos. Entiendo que las palabras hacen surcos en nuestra mente y esos surcos se convierten en creencias, esas creencias en hábitos y esos hábitos en conductas, formas y estilos de vida, por eso creo de manera impávida, que los pensamientos intrusos, esas ideas o imágenes no deseadas e involuntarias, pueden ser un aviso de que algo no anda bien, por ello, deben ser gestionados con cuidado, de ahí que, es preciso consultar con un profesional de la conducta.
Quitarnos la vida es un menosprecio a quien nos la ha dado, es una desconsideración innecesaria para la gente que nos quiere y aunque estoy de acuerdo Wendy Polanco (2021), en cuanto a que, “quien entra en una profunda depresión, considera que el suicido es una salida y que es una manera de liberar a sus seres queridos del yugo de su presencia”, creo sin embargo, que la depresión es prevenible, el suicidio también, de manera que, tener un sentido y manifiesto amor por la vida, fe en Dios, apertura comunicativa para compartir nuestros momentos emocionales más oscuros, pueden evitar estos desenlaces emocionales abruptos, de cuyo dolor se libera quien comete el hecho lamentable, pero a un precio que sólo el que arrastra esa cadena, sabe cuánto pesa.
domingo, 30 de enero de 2022
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POR AMOR A LA VIDA

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