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sábado, 4 de junio de 2022

EL CEREBRO Y LA DELINCUENCIA EN ADOLESCENTES

Por Franklin Diaz

cpuederd@gmail.com
Todo acto delictivo está revestido de peligros, tanto para las víctimas como para quien los comete, pero dentro de sus distintas variantes, unas suelen tener mayor componente de peligrosidad, y esto se mide en función del tipo de delito y la persona que los comete. Por ejemplo, el robo de identidad, que es una tipología del ciberdelito, que independientemente de todos los aspectos negativos que implica, es evidente que los riesgos físicos para los actores de estos hechos, son muy mínimos. En cambio, el atraco, que es una forma de robo en la que se presentan situaciones de violencia, los niveles de peligrosidad son mucho más elevados.

Ahora bien, no es lo mismo un delito cometido por una persona adulta, que el que comete un adolescente. Esto no quiere decir, bajo ningún concepto, que esta sea una verdad absoluta, pero lo cierto es que la conducta de un adolescente tiene implicaciones que van más allá del simple ejercicio del acto delincuencial.

Los problemas de comportamiento en los adolescentes, los bajos niveles de comunicación, su agresividad, la reactividad emocional, su manifiesta oposición a las reglas, sus dificultades en el ámbito académico y su egocentrismo, son algunas de las manifestaciones conductuales, propias de esta compleja etapa; que, si se conjugan con una actuación delictuosa, pueden generar implicaciones serias, al tornarse incontrolables.

El quehacer conductual de un adolescente no es casual, es una respuesta que la neurociencia ha venido dando, y tiene que ver con su cerebro, el cual sigue en la fase de desarrollo, de ahí que muchas veces no están preparados para enfrentarse a los desafíos, no pueden aguantar presión, pero tampoco tienen mucha capacidad para soportar las presiones de la cotidianidad, el estrés.

Es por eso, cuando se ven en una situación que asumen como compleja, tratan de buscar respuesta en su cerebro que no está del todo desarrollado, pero además, el baúl de sus experiencias está un poco vacío, por lo que no logran relacionar situaciones y de esa manera tener un sentido amplio de su entorno, por eso es tan importante la responsabilidad de los adultos frente a los muchachos, que más que reprimirlos, debemos tratar de entender cómo funciona su cerebro y de este modo les entenderemos mejor y tendremos más y mejores herramientas para ayudarles.

El Dr. Andrew Garner, FAAP, miembro del Comité de Aspectos Psicosociales de la Salud Infantil y Familiar de la Academia Americana de Pediatría, nos dice que los estudios a través de scanner en de niños considerados normales, revelan que hay partes distintas del cerebro que maduran a un ritmo diferente. El Dr. Garner nos dice: "De hecho, algunas partes del cerebro, tal como la corteza cerebral prefrontal (CPF) ubicada justo detrás de los ojos, parece que madura completamente ¡hasta los 24 años de edad! Otras partes del cerebro, como la amígdala cerebral (AMG) en forma de nuez ubicada en lo profundo del cerebro, parecen madurar mucho antes.

Muchos neurocientíficos piensan que esta discrepancia en la madurez del cerebro puede explicar algunos comportamientos del adolescente. Precisamente, uno de los grandes desafíos de los científicos que estudian el desarrollo del cerebro en la adolescencia, es poder entender el significado de estas diferencias.

El Dr. Garner también indica que la Corteza Cerebral Prefrontal está destinada a desempeñar un papel importante para regular el ánimo, la atención, controlar los impulsos y la habilidad de pensar de manera abstracta, lo que incluye tanto la habilidad de planificar a futuro y ver las consecuencias del comportamiento de cada uno".

Lo antes expuesto explica claramente por qué la conducta delictiva de un adolescente puede ser tan peligrosa, puesto que, el hecho de que la Corteza Prefrontal no está del todo desarrollada, no les permite a los adolescentes tener habilidades para la regulación de su estado anímico y sus niveles de impulsividad, pero, sobre todo, no poseen la suficiente habilidad para poder medir las consecuencias de sus actos.

El Dr. Garner explica que “aún se lleva a cabo un estudio sobre la naturaleza y efectos de una posible discrepancia, lo que les recuerda a los padres su responsabilidad de dirigir los problemas de comportamiento, así como "diagnosticarlos". Concluye el científico, que nuestro trabajo como padres es lograr que bajen el ritmo y ayudarles a reflexionar sobre lo que están haciendo", pero esto puede lograrse siempre y cuando los padres asuman su responsabilidad, misma que debe verse desde una perspectiva holística, sobre todo, entendiendo las razones del comportamiento de los adolescentes.

Si queremos más de nuestros muchachos, debemos darle mucho más de nosotros a ellos, acompañándolos en este difícil proceso de la vida, en el que tratan de buscar respuestas que no logran articular, por ello, los padres debemos estar ahí para ayudarles a entender mejor su mundo interior y de esta manera tendrán mayor capacidad para poder entender el mundo que les rodea.

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