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Por lo regular, cuando enfrentamos situaciones difíciles, nuestra primera reacción puede ser buscar la forma de escapar, mirar hacia otro lado o simplemente ignorar el conflicto con la esperanza de que desaparezca. Esta actitud a huir o evitar los problemas es comprensible; después de todo, nadie disfruta la incomodidad, la incertidumbre o el dolor.
Sin embargo, esquivar los desafíos no los resuelve. Todo lo contrario, postergar las dificultades solo agranda su sombra y, al final, nos enfrenta con una realidad que se ha tornado aún más compleja. No correrle a los problemas es un acto de valentía, pero sobre todo es una manera de vivir de manera auténtica y responsable.
Aceptar que hay problemas y decidir enfrentarlos es el primer paso para encontrar soluciones, ya que evadirlo puede ofrecer un alivio momentáneo, pero es un espejismo que desaparece cuando el peso de la realidad nos alcanza. En cambio, encarar las dificultades desde el principio nos proporciona una oportunidad única de crecimiento.
Hay que tener en cuenta que cada desafío nos ofrece lecciones que pueden transformar nuestra perspectiva, fortalecer nuestro carácter y enseñarnos a manejar el cambio. Al no rehuir los problemas, nos damos la oportunidad de descubrir de qué estamos hechos y hasta dónde podemos llegar.
Afrontar los problemas no significa enfrentarlos con un espíritu derrotista o asumir una actitud rígida. La clave está en la disposición para analizarlos con serenidad, comprender su causa y considerar las posibles soluciones de manera estratégica. A veces, la solución requiere paciencia y perseverancia, y otras veces, creatividad y flexibilidad. No obstante, lo más importante es estar dispuestos a actuar.
Esperar que otros resuelvan lo que es nuestra responsabilidad o permanecer paralizados por el miedo no hará que los problemas se disipen. Al asumir un papel activo, tomamos control sobre nuestra situación, en lugar de ser controlados por las circunstancias.
Es importante recordar que los problemas no son nuestros enemigos, más bien. son experiencias que, aunque incómodas, pueden revelar aspectos de nosotros mismos que desconocíamos. Muchos de los mayores logros y avances personales han surgido como resultado de desafíos que parecían insuperables, pues, los obstáculos pueden ser incómodos y hasta dolorosos, pero esconden oportunidades para reinventarnos y mejorar.
Cuando dejamos de percibirlos como amenazas y los aceptamos como partes del proceso, se transforman en catalizadores para la evolución personal y colectiva.
A lo largo de la vida, cada uno de nosotros enfrenta pruebas que parecen más grandes de lo que podemos manejar, de ahí que, en esos momentos, el instinto de huida puede parecer tentador, pero es importante tener en cuenta que evitar un problema no significa que desaparecerá. Enfrentarlo, incluso cuando nos sintamos inseguros, es un acto de coraje, que puede ayudarnos aprender a lidiar con el dolor, la incertidumbre y la adversidad nos hace más resistentes y compasivos con nosotros mismos y con los demás.
No le corra a los problemas, afróntalos como una oportunidad de crecimiento y aprendizaje. No permita que el miedo al fracaso o a la incomodidad le prive de descubrir su verdadera fortaleza. Si los problemas parecen grandes, es porque le están mostrando cuán grande puede llegar a ser usted al enfrentarlos.
Mantenga la determinación, tome las riendas de la situación y avance con la confianza de que, al encarar lo difícil, se construye un mejor camino hacia el futuro.
*Franklin Diaz es coach y conferencista motivacional dominicano.
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