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lunes, 30 de diciembre de 2024

TUS HERIDAS

Franklin Diaz
cpuederd@gmail.com
Las heridas son una parte inevitable de la vida, las cuales pueden manifestarse de muchas formas: un corte en la piel, una fractura en un hueso o incluso una grieta en el corazón. Algunas son visibles, otras permanecen ocultas. Las físicas pueden ser tratadas con vendajes, puntos de sutura o medicación, y en manos de un profesional de la salud, sanan con el tiempo. Pero las heridas emocionales no siempre son tan sencillas de atender; no hay vendas para el alma ni medicinas que cicatricen recuerdos dolorosos.
Cualquiera puede observar que estás herido. Un amigo, un conocido, incluso un extraño puede señalar que algo no anda bien. Quizás te recomienden descansar, buscar ayuda o intentar algo que les ha funcionado a ellos. En el caso de las heridas físicas, alguien podría notar un hematoma o una postura inusual que delate tu dolor. En lo emocional, tal vez sea tu mirada o el peso en tus palabras lo que revele lo que llevas dentro. Sin embargo, aunque muchos puedan interpretar tu sufrimiento, nadie puede sentirlo como tú.
El dolor, ya sea físico o emocional, es profundamente subjetivo. Dos personas pueden enfrentarse a la misma circunstancia y experimentar realidades completamente distintas. Un golpe puede ser para uno un simple inconveniente, mientras que para otro se convierte en una experiencia que lo paraliza. De la misma forma, una pérdida puede ser pasajera para algunos, pero para otros puede significar el derrumbe de todo lo que conocían.
Lo que duele por dentro no siempre deja señales claras. Las cicatrices del alma no son visibles al ojo humano, pero su peso puede ser tan real como el de cualquier herida externa. Y aunque otros intenten ayudarte o minimicen lo que estás pasando, solo tú sabes lo profundo de tu dolor. Esto no significa que el dolor deba enfrentarse en soledad; significa que el reconocimiento de su existencia y su intensidad es un acto íntimo y personal.
Así como las heridas físicas necesitan cuidado, las emocionales también requieren atención, paciencia y compasión. Reconocerlas y validarlas es el primer paso hacia la sanación. Nadie puede sentir tu dolor como tú lo haces, pero hacerte acompañar de quienes te escuchen, te respeten y te apoyen puede marcar una gran diferencia. Porque al final, sanar no es solo cerrar heridas, sino aprender a caminar con ellas, fortalecido.
*Franklin Diaz es coach y conferencista motivacional dominicano.

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