La ansiedad de mi hijo fue ignorada por el sistema escolar, pero yo no la ignoré

DONALD VASQUEZ QUEZADA
dvasquez0976@gmail.com
Imagínate esta imagen de tres: El padre, su hijo y la madre abrazados, con una expresión de tristeza, preocupción e impotencia.
Durante meses experimenté algo que nunca imaginé: ver a mi hijo transformarse, de ser un niño curioso y despertarse alegre, en alguien que lloraba al despertar, con deseos de convulsionar y no podía concentrarse.
Al principio pensé que era una fase en su crecimiento, pero pronto descubrí que no, que eran síntomas de ansiedad infantil, lo revelaba en su rostro. Y esa realidad me golpeó muy fuerte.
Esa experiencia generó un nivel de estrés emocional en mi hogar que fue difícil de manejar. Me enfrenté a una decisión importante: mantenerlo en un sistema educativo que lo estaba afectando emocionalmente o actuar con firmeza por su bienestar. Me decidí por lo segundo, aunque eso implicara romper con las expectativas tradicionales.
Muchos colegios siguen un enfoque único y rígido, enfocados en resultados numéricos y rendimientos ante la junta de educación, sin tomar en cuenta la salud mental de los niños.

En ese modelo, los niños pasan 7 u 8 horas en la escuela, reciben tareas que ocupan lo poco que queda del día, y apenas tienen tiempo de disfrutar algo tan vital como jugar en el parque o compartir con la familia.
Me di cuenta de que lo más esencial -la infancia, el juego, la calma, el vínculo emocional- estaban siendo ignorados.
Síntomas frecuentes de ansiedad en niños.
Estas son algunas señales clínicas y conductuales que podrían indicar un cuadro de ansiedad infantil:
-Somatización: náuseas, dolores de estómago o cabeza sin causas médicas claras.
-Trastornos del sueño: dificultad para dormir, despertares frecuentes o terrores nocturnos.
-Apego excesivo: llanto al separarse del cuidador principal o miedo a quedarse solo.
-Cambios de apetito: pérdida o aumento repentino del apetito.
-Evitación: rechazo a asistir a ciertos lugares, hacer actividades o interactuar con otras personas.
-Irritabilidad o crisis emocionales: llanto excesivo, explosiones de enojo o frustración constante. Baja concentración y distracción constante, incluso en juegos o tareas que antes disfrutaba.
Lo que viví con mi hijo
En su caso, los síntomas aparecieron de forma sutil: malestar por las mañanas, necesidad de ir al baño justo antes de comenzar actividades escolares, y un llanto inexplicable que aparecía sin razón aparente. Al principio lo confundí con caprichos, hasta que entendí que no era un berrinche: era ansiedad.
Reconocerlo fue el primer paso para comenzar a ayudarlo.
¿Qué pueden hacer los padres ante estas señales?
No minimizar los síntomas: si tu hijo se queja constantemente de malestares físicos sin razón médica, es probable que su cuerpo esté reflejando una emoción no expresada.
Evita la comparación: cada niño enfrenta sus emociones de forma distinta. Frases como “eso no es nada” u “otros niños no hacen eso” pueden agravar su ansiedad.
Crea rutinas estables: el orden y la previsibilidad disminuyen la ansiedad. Horarios, avisos previos antes de cambios y espacios tranquilos ayudan mucho.
Hablar con palabras claras pero tranquilizadoras: puedes decirle “veo que estás nervioso, pero estoy aquí para ayudarte”.
Busca acompañamiento profesional si los síntomas persisten: no esperes a que los síntomas empeoren. Psicólogos infantiles pueden orientar de forma correcta y efectiva. Por lo que es necesario acudir de inmediato al profesional correspondiente.
Conclusión
Con mi caso aprendí, que la ansiedad infantil es real, seria y, en muchos casos, silenciosa. Detectarla a tiempo no solo evita complicaciones mayores, sino que también le da al niño una herramienta poderosa: saber que no está solo y que sus emociones son válidas.
Como padre, aprendí que escuchar con atención, sin juicios, y actuar con amor e informarse, puede marcar la gran diferencia. Como se ve en nuestra imagen imaginaria, el amor y el apoyo son fundamentales.