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domingo, 19 de abril de 2020

Confienso que he sentido miedo

Por Ana Pereyra
Confieso que he sentido miedo… un miedo terrible que me ahoga y me paraliza el cuerpo, pero no miedo de morir, porque todos vamos a morir un día.

He sentido miedo a lo desconocido, a ese enemigo invisible que no se cuándo y dónde ataca, que solo te das cuenta cuando entra al cuerpo y te lo carcome.

Miedo a llegar sola a un hospital lleno de pacientes, amontonados en camas, en una esquina esperando una mano que te levante y te conecte a un respirador.

Miedo a todo lo que se dice y a lo que se callan, que es mucho peor, porque estamos peleando contra un enemigo fuerte, cruel, despiadado, que su debilidad son los abuelos, pero que no respeta a niños, jóvenes y adultos.

Miedo al cambio que ha traído a nuestras vidas, porque ya no es la misma de afectos, abrazos y llevó al pasado las tertulias que tanto disfrutábamos. Ahora, es una profunda alegría ver a nuestros seres queridos a la distancia.

El acercamiento virtual nos hace sostener la pantalla con el rostro amado, con la risa contagiosa de los nietos, aflorando los recuerdos de nuestras vidas pasadas que iniciaron apenas algunos meses y que hoy parecen décadas… Cuanto tiempo perdimos en el camino, cuando despreciamos un te quiero, un abrazo, un apretón de manos, una sonrisa… que ahora añoramos!

Hoy nos sentimos vacíos y aterrados, comiéndonos las uñas y deseando volver atrás, a correr detrás de esa sonrisa, de ese amor… !Cuánto hemos aprendido en tan poco tiempo!

Trato de cerrar mis ojos y pensar en la felicidad de ayer, en el atardecer, en una sonrisa, en el gentío de las calle… Pero solo veo soledad, tranquilidad, un vacío parcial con nuestro rededor en silencio, mirando caer las hojas en días de primavera; porque el reloj no detiene su tiempo ni el calendario sus días. En fin, cada días es igual.

Ya ni pelear emociona, porque las reconciliaciones por el encierro no se distinguen. El monitor del computador es mi gran aliado, pero me embarga la tristeza cuando me presenta las solitarias calles que han convertido en depósitos de cadáveres, sin dolientes, sin una lagrima que los acompañe en su última morada, porque ahora sí te vas solo, claro, si no te llevan a una fosa común.

Pero ese enemigo invencible nos une en las casas, porque es lo más seguro para esconderte de él, siempre y cuando un amigo o familiar no sea una víctima, porque así la soledad te arropa y mata.

El mañana, aunque nunca será igual, nos traerá sabiduría y enseñará que un enemigo invisible, nos igualó, nos destronó, nos destruyó y aniquiló a muchos. Nos llevó a vivir a través de una pantalla, y esa simpleza nos dio la fortaleza de luchar y vencer el miedo, a unimos y decirnos lo mucho que nos queremos, porque éramos vivientes aislados, a la distancia.

Pero el Sol saldrá de nuevo y tengo la firme esperanza en Dios que habrá una vida mejor.

2 comentarios:

Magnolia dijo...

Muy cierto,ojala El solo salga para todos,y cuando esto pase nos de un leccion de vida y seamos mejor persona.que Dios no bendiga y no proteja

Magnolia dijo...

Cuando El solo salga para todos espero que seamos mejor persona,y que Este encierro nos haga valorar mas la familia y Las personas que nos rodean,Dios nos bendiga a todos

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