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Las elecciones generales del pasado martes en los Estados Unidos demuestran una vez más que la fidelidad de los votantes a los partidos políticos no existe.
A la hora de ejercer el voto por cualquiera de los candidatos, los electores lo hacen de acuerdo a sus propios intereses, y que mayoritariamente prima.
Una muestra de ello mostró los seguidores el Partido Demócrata que, en estados claves como Pensilvania, Wisconsin, Georgia y Carolina del Norte, votaron masivamente por el Partido Republicano.
El llamado cinturón o muro de contención política de color azul que en la práctica representa a los demócratas, formado por esos estados, en esta ocasión se convirtió en rojo.
¿Por qué votaron esos estados claves demócratas por los republicanos? Por varias razones, entre ellas: la seguridad económica, inflación, desempleo y la migración irregular.
Previo al proceso electoral, los electores a nivel nacional consideraban en más de un 60 por ciento preocupaciones por la inestabilidad económica, y un 12 por ciento, que la inmigración ilegal debía ser controlada por el gobierno.
Los estados que habían sido fieles al Partido Demócrata desde las administraciones de Obama y Joe Biden, no mantuvieron fidelidad a la organización políticas, incluyendo a Pensilvania y Georgia.
El mensaje de los electores fue claro, los partidos políticos no tienen el total control sobre sus electores, los que al ver afectados sus intereses y promesas incumplidas, no lo piensan dos veces para cambiar de opinión a la hora de votar; negándole la renovación a sus dirigentes políticos el contrato de trabajo que los mantendrá en el poder.
Donald Trump ganó de manera fácil a Kamala Harris tras mantener un constante discurso sobre las políticas económica de la administración Biden y la retórica antinmigrante que le sumaron miles de votos.
Los hispanos de diversas nacionalidades, incluidos dominicanos y afroamericanos, apoyaron en promedio en un 15 por ciento a la candidatura de Trump en comparación con las elecciones presidenciales del 2020, cuando fue desalojado de la Casa Blanca y a la que retornará cuatro años después.
Los republicanos, además de la Casa Blanca, tendrán mayoría en el senado por los próximos seis años al obtener 53 senadores en comparación con los 45 de los demócratas. Los dos senadores restantes se mantienen como independientes.
Mientras que de los 435 integrantes de la Cámara de Representantes (diputados) los republicanos acumulan 211 y los demócratas cuentan con 199. Los 25 restantes congresistas aún se están por definir. El Partido Republicano de tener la mayoría política en ambas cámaras del congreso norteamericano, le permitirán al presidente electo desarrollar la agenda política propuesta en la campaña electoral.
Lo cierto y más seguro, es que las recientes elecciones una vez más demuestran que los gobiernos no podrán permanecer en el poder cuando la mayoría ve afectados sus intereses, en especial su estabilidad económica.
El Partido Demócrata con su candidata presidencial Kamala Harris que obtuvo 226 votos electorales en comparación con los 312 de Trump, perdieron las elecciones porque sus propios partidarios votaron en contra de los demócratas en los niveles presidencial y congresional, en lo que muchos denominan voto de castigo que es demoledor en la democracia norteamericana.
Qué bueno sería ver esta fórmula de los simpatizantes y seguidores del Partido Demócrata en los sistemas políticos Latinoamericanos y del Caribe, en especial en la República Dominicana, donde se impone la demagogia en las campañas políticas. La lección hacia el liderazgo político demócrata ha sido aprendida.
*El autor es periodista, educador y escritor dominicano radicado en Nueva Jersey.
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